Los fundamentos de nuestra especie y las narrativas de la historia de las especies se caracterizan por las imágenes: el arte parietal y megalítico, el arte corporal de los pueblos primigenios, la iconografía y simbología de las religiones, las raíces gráficas y representacionales de la escritura, etc.
Somos una especie simbólica, tal vez la única en la historia natural. Y dentro de nuestra peculiar historia de las especies, el desarrollo de nuestras capacidades para crear imágenes va en paralelo al desarrollo del habla y precede a la escritura.
Desde los inicios de la modernidad, hemos centrado nuestra atención cada vez más en el lenguaje como característica definitoria de nuestra especie. Sin embargo, después de medio milenio en el que el poder y el prestigio del lenguaje han dominado, estamos probablemente en la cúspide de un retorno a lo visual, o al menos a una multimodalidad en la que imagen y texto entremezclan sus significados. Esto puede atribuirse en parte al potencial del nuevo entorno creado por las tecnologías de la información y la comunicación. Ya a mediados del siglo XX, la fotolitografía puso de nuevo, de forma muy conveniente, imágenes y textos en la misma página. Luego, a partir mediados de la década de 1970, las comunicaciones digitales juntaron las imágenes, los textos y los sonidos dentro del mismo entorno de fabricación y de difusión.
La imagen tiene varias propiedades de la consecuencia.
La primera es su relación empírica con el mundo: la imagen representa o refleja el mundo. ¿Cómo hace esto? ¿Cuáles son sus técnicas? ¿Cuáles son sus mediaciones? ¿Qué “verdades” podemos encontrar en las imágenes?
La segunda propiedad de la consecuencia tiene que ver con que la imagen tiene una carga normativa. Ninguna imagen puede nunca ser sólo una reflexión sobre el mundo. Es también una perspectiva del mundo. Esto se debe a que es el resultado incidental de un acto de diseño. Un profesional de la imagen toma prestados los recursos disponibles para construir significados (gramáticas visuales, técnicas de fabricación y centros de coordinación de la atención), lleva a cabo un acto de diseño (el proceso de creación de imágenes), y al hacerlo así proyecta una imagen del mundo nunca vista antes. En este sentido, la agencia es central: los intereses y las perspectivas son de una infinita variedad. También para los espectadores cada imagen es vista a través de los recursos técnicos y culturales disponibles para la observación, desde unos intereses y unas perspectivas particulares. El acto de ver transforma la imagen y el mundo que representa. Entonces, desde una perspectiva normativa, ¿cómo los intereses, las intenciones, las motivaciones, las perspectivas, la subjetividad y la identidad se entrelazan en la industria de fabricación de imágenes? ¿Y cuál es el papel del espectador en la reformulación y revisualización de las imágenes?
Y hay una tercera propiedad de la consecuencia: la imagen es transformacional. Sus potenciales son utópicos. Observamos (lo empírico). Visualizamos (lo normativo). Imaginamos (lo utópico). Hay una conexión etimológica entre la “imagen” y la “imaginación” que va más allá de lo fortuito. Las imágenes pueden ser deseadas. Las imágenes no sólo hablan del mundo, sino que hablan al mundo. Podemos dialogar con nuestras esperanzas y aspiraciones. Un mundo re-observado es un mundo transformado. Lo que está en la imaginación hoy puede convertirse en una agenda para la práctica y la política mañana. Así, la imaginación es la representación de la posibilidad.